El costo emocional de la pandemia: “Sería extraño que no te sintieras ansioso y deprimido”

© CC0 / Nik Shuliahin / Unsplash

Por Sputnik

Las muchas pérdidas causadas por la pandemia están teniendo su costo: un tiempo global de grandes preocupaciones. Casi todos y (todo) están transitando cambios que pueden ser devastadores. Expertos dicen que el saber que no sabemos qué pasará viene acompañado de miedo, estrés y angustia.

La pandemia de COVID-19 quizá sea recordada como un tiempo de pérdidas históricas. Nos hemos tenido que quedar solos, sin trabajo, encerrados en nuestras casas sean lujosas, modestas o precarias. Hemos tenido que ver cómo crece diariamente el número de personas muertas, cómo los médicos no dan abasto y cómo reina la incertidumbre. También nos hemos deprimido. 

La imposición de restricciones exigidas por la pandemia son “un ataque casi a la existencia”, opinó el psicoanalista peruano César Estrella, miembro de la Asociación Peruana de Psicoterapia Psicoanalítica de Niños y Adolescentes, ante la observación de un acentuado deterioro en la salud emocional de las personas que que ya sufrían depresión. 

Los cuadros depresivos “pudieron tolerar quizá de una manera más o menos adaptativa los primeros 15 días de aislamiento, pero a medida que iba avanzando, la angustia, las crisis depresivas, los ataques de pánico han ido incrementando“, contó en un vídeo compartido en el Facebook de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Psicoterapia Psicoanalítica y Psicoanálisis. 

Estrella ve en sus pacientes una “especie de abatimiento, desgano, desesperanza, una suerte de apatía” que les impide sobreponerse al confinamiento y tratar de llevar una vida “más o menos armoniosa”. A su juicio, la angustia que padecen sus pacientes es “una angustia de muerte”.

​La presidenta de la Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica, Rosario Allegue, aseguró que el COVID-19 ha abierto una nueva época: a una marcada por la incertidumbre, entendida como el principio organizador de las incertezas. “De pronto nos vimos obligados a cambiar nuestra visión del mundo, forma de vivir, de relacionamiento, y también de ejercer nuestra profesión”, explicó. 

Para Allegue, la incertidumbre ha desatado algunos sentires, interrogantes y reflexiones universales: “finitud, todos los días se habla de cuántos muertos hay, todos estamos sumergidos en una idea de un futuro incierto y aleatorio y es el que vamos a tener que vivir”. Todo ello genera angustiaA veces ese sentimiento es agobiante, explican en su web los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés). Aunque cada persona reacciona de manera diferente y sus propios sentimientos cambiarán a lo largo del tiempo, los CDC recomiendan tomar conciencia de la situación y “aceptarla”, empezando por prestar atención en cómo uno se siente

Señales comunes de angustia

  • Sensaciones de insensibilidad, incredulidad, ansiedad o miedo;
  • Cambios en el apetito y en los niveles de energía y actividad;
  • Dificultad para concentrarse;
  • Dificultad para dormir o pesadillas y pensamientos e imágenes angustiantes;
  • Reacciones físicas, como dolores de cabeza, dolores corporales, problemas estomacales y sarpullidos;
  • Empeoramiento de los problemas de salud crónicos;
  • Enojo o temperamento explosivo;
  • Aumento en el consumo de alcohol, tabaco u otras drogas.

En caso de que la persona presente estos sentimientos o conductas por varios días seguidos de forma que no puede cumplir con sus responsabilidades cotidianas, recomiendan consultar a un especialista.

​En Estados Unidos, donde la Oficina de Censo realizó una encuesta para conocer la salud mental colectiva —después de casi cuatro meses de miedo, aislamiento, desempleo, enfermedad y continua incertidumbre— un tercio mostró signos de ansiedad o depresión clínica. 

Los resultados también son preocupantes porque los índices de ansiedad y depresión fueron mucho más altos entre los adultos jóvenes, las mujeres y los pobres.

Estados Unidos ante el COVID-19

Según los datos difundidos por el diario The Washington Post, el 24% mostró síntomas clínicamente significativos de padecer un trastorno depresivo mayor (el doble que lo reportado en 2014), y el 30% mostró síntomas de trastorno de ansiedad generalizada.

En Nueva York, donde se registró el peor brote de COVID-19 de EEUU, se ubicó en el 12º lugar a nivel nacional en cuanto a la proporción de adultos que muestran síntomas de ansiedad o depresión. Por el contrario, casi la mitad de los habitantes de Mississippi se sienten ansiosos o depresivos. En cambio, en Iowa, poco más de un cuarto dijo sentirse así.  

“Lo que es preocupante es el efecto que esta situación está teniendo claramente en los adultos jóvenes”, dijo a The Washington Post María A. Oquendo, profesora de psiquiatría de la Universidad de Pensilvania. Esos resultados reflejan una profundización de las tendencias existentes: aumento de la depresión, el estrés y el suicidio. Los investigadores han proyectado que, sin intervención, el país está preparado para experimentar un aumento de suicidios, del abuso de sustancias y de las muertes por sobredosis.

​Según los datos de la Oficina del Censo, los más afectados han sido las personas pobres. A lo largo de la crisis, las personas de bajos ingresos han luchado más con el desempleo, la escasez de alimentos y los trabajos de bajos salarios que no les permiten trabajar desde casa y que ofrecen pocas protecciones financieras y físicas, indica el periódico estadounidense.

“Es comprensible, dado lo que está sucediendo. Sería extraño que no te sintieras ansioso y deprimido“, dijo Oquendo. “Este virus no es como un huracán o un terremoto o incluso un ataque terrorista. No es algo que puedas ver o tocar, y sin embargo el miedo a él está en todas partes”, agregó.

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