Manipulación mediática: El Volcán de La Palma

Por reflexiones de un galeno

Llevamos más de dos meses, desde los comienzos de la pestífera erupción del volcán Cumbre Vieja, en la isla de La Palma. Sucede como en los regímenes autoritarios: el Gobierno trata de ocultar, por todos los medios, el alcance del desastre. Mejor dicho, se hace de forma sibilina, a través, de la propaganda y la desinformación.

Las noticias nos entretienen con espectaculares imágenes de los vómitos de lava y humo. Parece como si lo grave fuera la extensión de la “fajana” de lava sobre el mar.

Se nos ofrece, una y otra vez, la imagen de la perezosa trayectoria de los ríos de lava arrastrándose hacia el mar. Son detalles físicos para distraernos de lo que, realmente, preocupa: la incidencia sobre las víctimas.

En efecto, poco o nada sabemos de cómo se las han apañado los miles de desplazados, al ver cómo se arrasaban sus casas, huertos, invernaderos y otros negocios. Habrá que suponer que, al menos, todos ellos han recibido, en seguida, una vivienda provisional (prefabricada) con los elementales servicios de electricidad, agua corriente, teléfono e internet. Se ignoran tales extremos.

Mientras tanto, suponemos que algunas de las víctimas, que se han quedado sin casa, tienen que seguir pagando la hipoteca de la antigua, arrumbada por la lava. Es de esperar que, ante esa emergencia, el Banco ha sido solidario con la desgracia y ha cancelado la hipoteca. Sin embargo, no hay datos sobre el particular.Nos gustaría saber cómo han podido seguir las clases los alumnos que se han quedado sin colegio. No hay imágenes ni noticias sobre tal desgracia.

Tampoco, se nos presenta la situación de los pescadores, que se han debido de quedar a verlas venir sin las faenas cotidianas.

No tenemos noticia de cómo ha afectado la emisión de miles de toneladas de ceniza al observatorio astronómico del Roque de los Muchachos, cercano al volcán. Es uno de los mejor dotados del mundo. Da la impresión de que, en este caso, el vacío informativo es un secreto de índole militar.

La preocupación más seria es la de los posibles efectos de los gases tóxicos sobre la salud física de la población palmera. Añádase la repercusión sobre las posibles dolencias mentales, depresiones y demás. De nuevo, planea el silencio administrativo.

Un detalle logístico: ¿cómo se van a deshacer de los cientos de miles de toneladas de lava y ceniza, que cubren una gran parte de la isla? ¿Dónde se van a depositar y con qué medios? Tampoco sabemos nada de esto.La opacidad administrativa más escandalosa se refiere a la ayuda económica. Debería provenir de estos cuatro Gobiernos: el del Cabildo de La Palma, el de la Comunidad Autónoma de Canarias, el de España y el de la Unión Europea.

(Este último se llama, púdicamente, “Comisión”). Claro, que, de esa última fuente, poco cabe esperar, visto el desprecio con que ha tratado el pavoroso problema del asalto a la frontera polaca desde Bielorrusia. En conjunto, las cuatro administraciones dichas deberían haber liquidado a las víctimas del volcán algunos miles de millones de euros. Una parte sustancial de esa cantidad debería haber llegado a los pocos días del comienzo de la erupción. Nada se sabe sobre esa justa compensación.

Es de suponer que la continua presencia de los vulcanólogos en los medios informativos haya dado lugar a esta concusión: “Estos señores no saben nada”. Al menos, alguno de ellos nos habría tenido que aclarar que la escala medidora de los sismos es de tipo logarítmico. Es decir, que el aumento de un nivel 4,5 a otro de 5,0 no equivale a un despreciable “medio punto”, sino a una intensidad cientos o miles de veces mayor. O sea, la hecatombe griega.

A lo largo de los dos últimos meses, la noticia repetida, más o menos, oficiosa, era que el aire de la isla era, moderadamente, respirable; solo, con la excepción de algunos días más virulentos. La prueba de un diagnóstico tan benévolo es que nadie ha tenido que ser evacuado de la isla.

No hay quien se pueda creer tamaña superchería, vistos los cientos de miles de toneladas de gases tóxicos expulsados por el volcán. Menos mal que la población disponía de mascarillas, por lo de la pandemia del virus chino. Pero, en este caso, no creo que hayan sido una protección suficiente ante la atmósfera cargada de partículas nocivas.

En definitiva, la hecatombe del volcán ha sido un percance terrible para la población palmera y, además, un escándalo de desinformación para todos los españoles. Se colige que nuestra democracia se ve contaminada de tintes autoritarios.

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