Rociada con los agroquímicos de un campo de arroz. Shutterstock

Por RT

Una demanda responsabiliza de esparcir sustancias tóxicas a las fábricas de papel, mientras que un estudio apunta al uso en el ‘fracking’ y otro establece que estos compuestos pueden llegar al océano a través del deshielo.

El reciclaje de los envases y las vajillas de papel recubiertos con los llamados agentes fluorados tensoactivos que repelen el agua y el aceite genera un desafío ambiental comparable con el problema de los microplásticos esparcidos por todo el mundo. Así parece sugerirlo una demanda colectiva de varios residentes del estado estadounidense de Maine que recogió este miércoles el sitio web Bloomberg Law.

Las sustancias en cuestión forman parte de lo que en el lenguaje popular se denomina como ‘químicos para siempre’, compuestos no degradables. Las pruebas tomadas en años recientes en Maine encontraron estos químicos en las aguas de pozos, los suelos y la leche de vaca. Su presencia en este producto alimentario básico ha arruinado económicamente varias granjas, que no pueden vender su leche por motivos sanitarios.

Se trata de una contaminación generalizada que expuso a la comunidad «a niveles tóxicos de productos químicos que se sabe que causan enfermedades debilitantes y desastrosas«, según la demanda. El documento responsabiliza del problema a varias fábricas de papel que desde 1967 han distribuido toneladas de productos con estos compuestos fluorados como aditivos a los combustibles y los fertilizantes, estos últimos han contaminado millones de acres de tierras agrícolas.

El medio se enfoca en la granja lechera de uno de los demandantes maineses, Fred Stone, que mantuvo a varias generaciones de su familia durante 107 años, pero que ya no sirve más como fuente de ingresos, debido a la contaminación del agua y de la leche. Los agricultores como él no sabían que el fertilizante empleado en sus tierras hace décadas contenía esta clase de productos químicos. Otros vecinos más jóvenes se muestran preocupados por los problemas reproductivos asociados con los componentes peligrosos de la industria papelera.

Respuesta legislativa

A mediados de julio las autoridades de Maine respondieron a las inquietudes de Stone y otros granjeros con la primera ley que prohíbe las sustancias fluoradas tensoactivas «agregadas intencionalmente» en todos los productos a partir del año 2030. El documento, promulgado el 15 de este mes, requiere que los fabricantes informen de todos los usos de esta clase de agentes químicos, designados en inglés con las siglas PFAS, en productos vendidos en ese estado.

Otras leyes territoriales regulan las pruebas de suelo y aguas subterráneas para detectar específicamente estos productos químicos y prohíben la venta de espumas contra incendios que los contengan, que es otro uso industrial más de las sustancias fluoradas tensoactivas.

Desde los pozos hasta los hielos árticos

Un informe publicado también en julio apunta a las compañías petroleras y de extracción de gas, incluidas ExxonMobil y Chevron, como implicadas en diseminar los mismos compuestos (o las sustancias que se convierten en ellas) por medio de inyecciones subterráneas.

Según las evidencias recogidas, se utilizan en la fracturación hidráulica (‘fracking’) y entre los años 2012 y 2020 fueron utilizados en al menos 1.200 pozos en seis estados.

La exposición a estos agentes tóxicos se relaciona con el cáncer, malformaciones congénitas, preeclampsia y otros daños graves a la salud. El informe advierte que son tóxicos incluso en pequeñas concentraciones y se acumulan en el cuerpo humano.

Mientras tanto, otro estudio reciente puso al descubierto que gran parte de los agentes fluorados tensoactivos quedan atrapados en los témpanos de hielo del Ártico y se liberan al océano a medida que se derriten.

Gran parte de las PFAS llega allí con las nevadas y, al descongelarse, el agua se lleva tanto las sales disueltas, como estas sustancias, que son tóxicas asimismo para los animales marinos. Todos los eslabones de la cadena alimentaria del océano están expuestos al daño, pero se encuentran en mayor riesgo los organismos que viven en contacto directo con el hielo.

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