Por Miguel Jara
¿Puede patentarse, es decir, privatizar, un alimento convencional, una creación de la naturaleza, como por ejemplo una lechuga?
En la Unión Europea las leyes sobre patentes de variedades vegetales y animales y sobre métodos de reproducción convencionales son muy claras: Están prohibidas. No se puede patentar, privatizar la vida, la naturaleza.
Pero lo cierto es que en la última década se ha concedido un número creciente de patentes sobre plantas obtenidas de manera convencional, como brócoli, tomates, melón, espinacas, lechuga, maíz, trigo y cebada. Cuentan los amigos de Bio Eco Actual que hay miles de patentes de plantas europeas.
Y ponen el ejemplo de la lechuga, que es una de las especies vegetales afectadas por muchas solicitudes de patente sobre la reproducción convencional. La base de datos PINTO (Información de Patentes y Transparencia en Línea) de Euroseeds, por ejemplo, enumera siete patentes sobre lechuga ¡que afectan a 236 variedades!
En concreto, la patente EP2966992 sobre lechuga de cultivo tradicional que resiste condiciones de clima cálido y fue concedida a la empresa holandesa Rijk Zwaan en 2018. La “invención” reside en que sus semillas son capaces de germinar a temperaturas superiores a los 22 grados.
Este es un rasgo también conocido de especies de lechuga silvestre y es importante en el contexto de la crisis climática actual.
Pues bien, según el texto de la patente, las semillas de esa lechuga, las plantas y toda su descendencia que muestran los rasgos deseados están cubiertas por la citada protección legal.
Claro, solo esa compañía puede producir esa lechuga, y ello podría bloquear el acceso a la diversidad biológica necesaria para conseguir otras variedades mejoradas (lo que se ha hecho toda la vida de modo natural gracias al conocimiento colectivo).
Las patentes de plantas o animales solo pueden concederse si un rasgo se inserta directamente en el genoma mediante ingeniería genética.
Esto da lugar a lo que popularmente se conoce como alimentos transgénicos que son aquellos que han sido modificados genéticamente en un laboratorio para mejorar sus características.
En otras palabras, los genes de una planta o animal se manipulan para producir características deseadas, como mayor resistencia a las enfermedades, mayor productividad, o mejor sabor… y están en los supermercados aunque sea difícil distinguirlos.
Sin embargo, muchas empresas alimentarias quieren que se concedan patentes sobre plantas y animales, incluso si no se obtienen mediante ingeniería genética. También que se concedan a las plantas que heredan cambios genéticos aleatorios (mutaciones).
Todo el espectro de la diversidad biológica debe seguir disponible para el futuro mejoramiento convencional, que también se hace en el cultivo ecológico. Mientras las patentes sobre plantas y animales no estén completamente prohibidas, deben limitarse estrictamente a los métodos de ingeniería genética.
En el fondo de seguir así en un futuro cercano dependeremos cada vez más de un puñado de empresas de semillas para la adaptación al cambio climático y nuestra futura seguridad alimentaria. Y solo se cultivarán las hortalizas más rentables.
Por supuesto, todo esto no afecta al ámbito de la agricultura y ganaderías certificadas como ecológicas, donde no existen alimentos patentados ni se venden transgénicos.
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