Los niños respiran más que los adultos y además están más cerca del suelo, de modo que se exponen más a inhalar tóxicos tales como compuestos orgánicos volátiles o las más diversas sustancias presentes en el polvo, además de las que puedan ingerir directamente por llevarse las manos a la boca.

Su piel es más permeable. Y comen y beben más en relación a los adultos, lo que hace que sus cuerpos puedan incorporar más contaminantes. Además, sus sistemas orgánicos de eliminación de tóxicos aún no han madurado.

Enfermedades respiratorias, asma, alergias, cánceres, problemas cognitivos, alteraciones hormonales… no paran de crecer en incidencia entre la población infantil. Según muchos estudios científicos la creciente contaminación química a la que se exponen los infantes, con frecuencia en sus propias casas, puede ser causa de ésos problemas en muchos casos.

Ésa mayor exposición que tienen los niños a los tóxicos ambientales, y la constatación de que sea en ellos precisamente donde se está asistiendo a tal crecimiento de la incidencia de una serie de problemas, es un indicador del peso de los tóxicos en el deterioro de la salud humana.

Sin embargo, como muestran diversos informes, la habitación de los niños suele ser uno de los lugares en los que se concentran más sustancias perjudiciales en una casa. No solo por los productos que hay en ésa dependencia sino porque, además, suelen ser espacios más reducidos.

La propia Comisión Europea reconoció que la normativa vigente sobre sustancias químicas no estaba protegiendo adecuadamente a los niños. Y, en paralelo, toda una serie de problemas de salud infantiles no paran de crecer en incidencia.

Asma infantil

Entre ésos problemas está, por ejemplo, el asma infantil que diferentes estudios asocian a la exposición a sustancias tan omnipresentes en los modernas casas como los ftalatos liberados desde fuentes como el PVC.

Varias investigaciones alertan de que la exposición doméstica, por ejemplo, a compuestos orgánicos volátiles, por debajo de los límites que se tienen como «seguros» pueden aumentar notablemente el riesgo de asma infantil. Ésos compuestos pueden proceder de cosas tales como disolventes, adhesivos para suelos, pinturas, productos de limpieza, muebles, ceras abrillantadoras o ambientadores. Por citar algún dato concreto compuestos como el benceno, el etilbenceno o el tolueno, a niveles bastante bajos, podían hacer que el riesgo de que se presentasen síntomas asmáticos se multiplicase. Por cada 10 µg/m3 de incremento en la concentración benceno, en concreto, el riesgo crecía era casi tres veces mayor.

Tóxicos que pueden producir cáncer

Otros estudios ligan la leucemia infantil con la exposición a cosas tales como los pesticidas domésticos.

Hay también investigaciones que ligan este tipo de sustancias con cánceres cerebrales en la infancia.

Por ejemplo, estudios que asocian uso de productos contra pulgas y garrapatas , o contra termitas, champú anti-piojos o pesticidas para dentro de casa o el jardín, con estos males.

Hay estudios que ligan el uso de pesticidas para cuidar el jardín con un sensible incremento del riesgo de que los niños padezcan un meduloblastoma.

El uso de pesticidas dentro y en torno al hogar ha sido asociado también al incremento del doble del riesgo de padecer cánceres infantiles concretos como el neuroblastoma.

Alteraciones neurológicas

También se han descrito efectos de algunas sustancias sobre el desarrollo cerebral de los niños. Especialmente conocidos son los efectos de metales pesados como el plomo.

El plomo , que antaño estaba tan presente en pinturas o tuberías de agua potable, ha sido ligado a muchos casos de retraso mental infantil leve, problemas renales y de desarrollo, déficit de atención, hiperactividad e irritabilidad en los niños. E incluso, por alterar zonas del cerebro asociadas al control de los impulsos, ha sido asociado a un incremento muy notable de la agresividad y las conductas violentas, e incluso posteriormente delictivas de los niños con ciertos niveles de plomo en sus cuerpos.

Pero los contaminantes que pueden afectar al desarrollo neuronal infantil son más. Por ejemplo, los de algunos contaminantes que pueden llegar a los niños a través de la alimentación.

Diversos estudios muestran que los residuos de pesticidas existentes en los alimentos, como los organofosforados, aún a muy bajas concentraciones (como las que se suelen encontrar en los productos a la venta y consideradas muchas veces por debajo de los límites «legales»), pueden causar efectos sobre el cerebro infantil que es muy sensible a estos tóxicos y los acumula más. No es de extrañar que haya estudios que muestran una asociación de estas sustancias con problemas conductuales, de retención (memoria), de desarrollo motor o de menos rapidez de reacción. Otras investigaciones han asociado muy contundentemente ése tipo de exposiciones, aún a niveles muy bajos de concentración, con un mayor riesgo (hasta el doble) de padecer trastorno de déficit de atención e hiperactividad. Problemas semejantes han sido asociados a otros contaminantes diferentes de los pesticidas y que también pueden llegar a los niños a través de la dieta, como es el caso de las dioxinas y furanos, contaminantes industriales que pueden estar presentes en carne, pescado y productos lácteos.

Entre los contaminantes que pueden estar asociados, por ejemplo, al trastorno de déficit de atención e hiperactividad se cuentan: plomo, manganeso, disolventes, PCBs, cadmio, piretroides y piretrinas, cipermetrina, deltametrina, organofosforados, diazinon, PBDEs , tricloroetileno…

Hogar sin tóxicos

Ecoportal.net

http://www.hogarsintoxicos.org

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