Escrito por Edith Sánchez / La mente es maravillosa
El tema de la verdad y la mentira es más complejo de lo que puede parecer a primera vista. Lo que las personas admiten como verdad depende de muchos factores. Hay una verdad científica, pero también una filosófica, religiosa, personal, ideológica, etc.
No todas esas “verdades” tienen el mismo grado de validez. En la ciencia, por ejemplo, no se puede postular algo como verdad si no hay evidencias físicas o teóricas de que lo sea. Algo similar ocurre en la filosofía. Sin embargo, esto no se aplica a los demás campos. En esos terrenos, como la ideología o la religión, algo es verdad si lo dice una figura de autoridad. No importa que sea incapaz de probarlo.
“Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver”.
-Proverbio judío-
Entre una verdad no probada y una mentira a veces no hay gran distancia. Pese a esto, a muchas personas no les interesa. De hecho, están dispuestas a creer, incluso en contra de toda evidencia. Esto sucede porque a veces la mentira conforta, mientras que la verdad inquieta. Se debe a que hay miedos o culpas involucrados. También a que la mentira suele ser más fácil de entender que la verdad.
Esta realidad abre una grieta que muchos han explotado a fondo. En muchos casos es suficiente con que le digan a la gente lo que quiere escuchar, porque todos queremos creer aquellos mensajes que nos agradan con independencia de su paralelismo con la realidad. Pero no solo eso. También logran que cultural y socialmente se instale una falsedad. Asimismo, que muchos sean capaces de todo por sostener esa mentira. No se dan cuenta, o no quieren ver, que esto no los beneficia a ellos sino a quienes los dirigen.
El poder y la mentira
Se atribuye a Joseph Goebbels la frase “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. No hay evidencia certera de que haya sido su autor, pero definitivamente sí es una buena síntesis de lo que este propagandista hizo durante la Segunda Guerra Mundial. Tan eficaz fue su labor, que incluso hoy en día hay quienes todavía defienden las “verdades” del Tercer Reich.
Tan exitosa resultó la labor de Goebbels, que bien puede decirse que sus mecanismos han sido copiados reiterativamente por muchos líderes del mundo. Sectores poderosos siguen valiéndose de manera consciente de la mentira como medio para manipular las mentes de las personas sobre las que quieren influir y así lograr que acepten lo inaceptable y secunden planes que siguen el interés de unos pocos.
Los grandes sectores de poder se dieron cuenta, gracias a la experiencia nazi, de que las sociedades eran capaces de creer en cualquier mensaje si este era presentado de la manera adecuada. Solo había que ejercer un control absoluto sobre los medios de comunicación social y todas aquellas instituciones que transmitieran ideología, entre ellas, la escuela. Bastaba con hurgar en los miedos, los odios y las inseguridades. Luego construir una “verdad” conveniente y repetirla hasta la saciedad.
La mentira que se repite mil veces
Lo que ocurre con la repetición es que genera creencias muy profundas. Cuando el cerebro capta una situación nueva, hay un desequilibrio, al que sigue una asimilación, una acomodación y luego una adaptación. Como cuando llegamos a una ciudad que no conocemos y en principio nos sentimos desubicados, pero poco a poco, de tanto ver los mismos lugares, nos vamos familiarizando hasta que nos apropiamos del nuevo entorno. De hecho, vamos haciendo una especie de mapa propio a partir de lo que conocemos.
Con la mentira repetida ocurre algo similar. La mente se va adaptando para escucharla, para percibirla y termina incorporándola a su ámbito de pensamiento. Es lo familiar, lo conocido, lo que todo el mundo afirma. En el caso de las grandes mentiras del poder, es también la respuesta al miedo o la inseguridad. O la explicación comprensible de lo que se ignora o no se comprende.
No es gratuito que haya una relación tan estrecha entre el poder y los medios de comunicación. Tradicionalmente, en casi todos los países son los grandes grupos económicos o políticos quienes detentan el control de la prensa. Hasta hace poco, los medios independientes eran una flor exótica. Con la emergencia de las redes sociales esto ha cambiado. Se han multiplicado las voces independientes y se han ampliado las alternativas para informarnos.
Sin embargo, las redes también han llegado con sus propias mentiras. Finalmente no importa a través de qué medio se transmita un contenido, sino desde qué intención se narra os e comenta. También, y sobre todo, importa qué tan interesado está el receptor en lo que es cierto. “No hay peor ciego que el que no quiere ver” reza el adagio popular. Y esto funciona siempre en el terreno de la verdad y la mentira social.
Tan solo basta un rumor…
En ocasiones, no es necesario repetir una mentira mil veces para que se convierta en verdad, simplemente basta extender un rumor. Pero, ¿qué es un rumor? Una definición muy acertada fue la que ofrecieron Allport y Postman en 1987. Definen el rumor como “un error, distorsión o tergiversación de la verdad o de lo real. Una información importante pero ambigua. Producto de problemas de memoria o una forma de proyección mental y emocional, cuando no una intención directa de mentir y manipular, como en el caso de la propaganda política de guerra y los rumores creados ex profeso”.
El poder de los rumores puede llegar a ser devastador. Basta con inventar cierta información sobre alguien o sobre alguna entidad y dejar que circule. Al poco tiempo habrá gente que crea, sin pruebas, la veracidad de la información. Otros buscarán evidencias. Sin embargo, el poder del rumor, en muchas ocasiones no radica sólo en la información en sí, sino en la duda que se genera en torno a alguien.
Knapp (1944) afirma que un rumor “contiene cierta información en torno a un suceso o persona, sobre algo que está aconteciendo y es importante que la población conozca en esos momentos”. Esta definición ofrece parte de la clave del por qué participamos en la extensión de un rumor. Y es que existe cierta necesitad en nosotros de comunicar aquello que consideramos importante y los demás deben conocer.
Otro aspecto importante es que nos da cierto morbo transmitir una información impactante. Sin embargo, antes de hablar, quizá es mejor pensar si lo que estamos diciendo es cierto, porque podemos estar siendo simples herramientas de propagación de un falso rumor.
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