En el noroeste de la República rusa de Yakutia, en Siberia, en la cuenca del río Upper Viliuy, hay una zona de difícil acceso que lleva las marcas de un tremendo cataclismo que tuvo lugar hace unos cientos de años, que derribó toda la cubierta forestal y esparció fragmentos de roca en cientos de kilómetros cuadrados.
El nombre antiguo de esta área es Uliuiu Cherkechekh, que se traduce como «el Valle de la Muerte», ya que para los lugareños que se aventuran en esta zona difícilmente pueden salir con vida.
Según los relatos de los lugareños, distribuidos por esa área existen misteriosos objetos metálicos ubicados a gran profundidad en el permafrost.
Estos tienen forma de calderas y son como grandes casas de hierro implantadas en el suelo permanentemente congelado. Parecen estar hechos de un metal similar al cobre en apariencia pero, a diferencia del cobre, no puede ser rayado o dañado. Nadie ha sido capaz de cortar ni siquiera un fragmento.
Algunas de estas calderas tienen una abertura en la parte superior, con una escalera de caracol que conduce a una galería circular con varias cámaras en el interior. A pesar de los 40 grados en el exterior, los cazadores afirman que el interior es agradablemente cálido.Los locales ignoran su origen, pero saben muy bien lo peligroso que es acercarse a las estructuras metálicas. De hecho, reportan algunos de los efectos que las calderas tienen en la vegetación circundante y en los cuerpos de las personas que han estado estacionadas cerca de ellas por mucho tiempo.
Algunas historias cuentan de algunos cazadores audaces que pasaban la noche en estas habitaciones de metal, usándolas como refugio. Una vez de vuelta entre su gente, los cazadores parecían haber contraído una extraña enfermedad, y aquellos que habían pasado más de una noche seguida pronto murieron.
Por esta razón, los ancianos de las tribus locales declararon estas áreas malditas, y por lo tanto prohibidas.
La primera evidencia indirecta de las cúpulas se remonta a 1853, cuando Richard Maack, el conocido explorador, antropólogo y geógrafo ruso, uno de los primeros en aventurarse en el lejano este de Rusia y Siberia, dijo en sus informes:
En Suntar, un asentamiento de Yakuts, me han dicho que en la parte alta del río Viliuy, hay una enorme cúpula metálica hundida en el suelo. […] Su tamaño es desconocido porque sólo el círculo que emerge del suelo es visible.
Algo similar diría en 1989 Dmitri Arkhipov, un experto antropólogo de la cultura Yakut:
Entre la población de la Cuenca de Viliuy, hay una leyenda que se remonta a la antigüedad, de que hay enormes cúpulas de bronce u olguis en la parte de arriba de ese río.
En 1936, a orillas del río Olguidakh (“que significa lugar con un caldero”), un geólogo dirigido por nativos ancianos, se tropezó con una semiesfera de metal suave, de color rojizo, que sobresalía de la tierra con un filo tan marcado que “cortaría una uña”. Sus paredes eran de unos dos centímetros de espesor y sobresalía de la tierra alrededor de una quinta parte de su diámetro. Y según el informe oficial, era posible ver el interior de la cúpula a través de un agujero en la parte posterior.
Entre los informes más precisos, está el de Mikhail Korecky de Vladivostok, que en 1996 envió una carta al periódico Trud en la que afirmaba haber estado tres veces en el Valle de la Muerte.
Korecky afirmó haber visto siete cúpulas de entre 6 y 9 metros de diámetro.
En su última visita a las cúpulas, Korecky y sus amigos pasaron la noche en una de ellas. Aunque nada en particular sucedió esa noche, en los días siguientes uno de sus amigos se encontró perdiendo casi todo su cabello, mientras que Korecky desarrolló dos pequeñas pústulas en su mejilla que nunca más se curaron.
En 1971, un viejo cazador perteneciente al pueblo Evenk, había dicho que en el área entre dos ríos conocidos como Niugun Bootur («o campeón de fuego») y Atadarak («lugar con un arpón de tres lados «), sobresale del suelo lo mismo que dio nombre al lugar, un arpón de hierro de tres caras «bastante grande. Mientras que en el área entre dos ríos conocida como Kheliugur («o gente de hierro»), hay una madriguera de hierro en la que yacen dormidos extraños seres delgados de piel negra, con un solo ojo, vestidos con una especie de traje de hierro».
Dijo que podía llevar gente allí, que no estaba lejos, pero nadie le creía. Tiempo después, murió.
Las leyendas yakuis sobre el Valle de la Muerte contienen muchas referencias a explosiones, torbellinos y enormes bolas de fuego flameantes. Y todos esos fenómenos están asociados de una forma u otra con las misteriosas construcciones metálicas que se encuentran en el Valle de la Muerte.
Algunas de ellas son grandes «casas de hierro» redondas que se apoyan en numerosos soportes laterales. No tienen ventanas ni puertas, solo una «boca de acceso espaciosa» en la parte superior de la cúpula. Algunos de ellos se han hundido casi por completo en el permafrost, y solo queda una protuberancia en forma de arco apenas perceptible en la superficie. Testigos que no se conocen describen de la misma manera esta «casa de metal resonante». Otros objetos esparcidos por la zona son las tapas metálicas cóncavas que cubren algo desconocido.
Aproximadamente cada seis o siete siglos, una monstruosa «bola de fuego» sále desde allí, y vuela a algún lugar en la distancia. Y a juzgar por las crónicas y leyendas de otros pueblos cerca de allí, en ocasiones este explota directamente sobre su punto de salida, como resultado de lo cual, el área de cientos de kilómetros a la redonda es reducido a un desierto desolado.
Los ufólogos rusos han propuesto varias teorías sobre las cúpulas del Valle de la Muerte. La más intrigante es del el investigador ruso Valery Uvarov, y dice que las misteriosas cúpulas de Siberia pueden ser un arma antigua construida por los extraterrestres para proteger nuestro planeta de cualquier peligro externo, como los meteoritos o las fuerzas alienígenas hostiles.
Uvarov está convencido de que el sistema de defensa extraterrestre ha entrado en funcionamiento varias veces en los últimos cien años: una de ellas fue en 1908 derribando el famoso meteorito Tunguska. Cuando los soviéticos militares examinaron el área, ellos reportaron haber hallado arboles caídos por miles de millas alrededor del sitio de la explosión, pero no hallaron ningún cráter.
Si esas masivas estructuras metálicas enterradas en el suelo siberiano realmente existen. ¿Será posible que estos llamados calderos sirvan como un tipo de arma antiaérea contra amenazas espaciales? ¿o tendran otra utilidad muy distinta, y oscura, que aún no logramos descubrir? ¿Quíenes los crearon y porque?
El valle de la muerte de Rusia sigue siendo un misterio para científicos, investigadores y aventureros, y aunque muchos sugieren que estas historias son exageradas, algunos creen que hay algo de verdad en ellas. No se han realizado investigaciones extensas en el área, y la poca investigación que se ha realizado ha quedado clasificada, lejos de los ojos de la sociedad.
Los secretos del Valle de la Muerte de Siberia son oscuros y están envueltos en misterio, e investigarlos no está exento de riesgos. De las partes más profundas de la historia de la región, algo se esconde en esta región turbia, y sus secretos, al parecer, seguirán oculto por mucho tiempo.
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