Hoy en día es casi imposible evitar el bombardeo de la comida chatarra. Al escuchar la radio, ver la televisión o navegar por las redes sociales quedamos expuestos a un anuncio que nos dice que todo lo que necesitamos para un poco de felicidad y amor es una bebida azucarada o un bocadillo de comida rápida. Se nos pide que creamos que no hay nada que una comida sabrosa, asequible y lista para usar no pueda solucionar.
Durante muchas décadas, nuestros entornos alimentarios nos han estado alentando incansablemente a tomar decisiones que son perjudiciales para nuestra salud, a través de los precios, la comercialización y la disponibilidad. Este aumento en la publicidad ha contribuido a una creciente crisis mundial de obesidad, así como a las deficiencias nutricionales, ya que cada vez más personas optan por comer alimentos poco saludables.
Todos tenemos derecho a comprar lo que podamos pagar. Pero las fuerzas comerciales limitan nuestra libertad de elección más de lo que pensamos. La nueva evidencia publicada en The Lancet muestra que las causas clave de la mala salud, como la obesidad y las enfermedades no transmisibles relacionadas, están vinculadas a entidades comerciales con mucho dinero y el poder de dar forma a las decisiones que toma la gente. Lo hacen influyendo en el sistema político y económico, y sus enfoques y políticas regulatorias subyacentes.
Tácticas de la industria
Las estrategias que las entidades comerciales utilizan para dar forma a nuestros entornos alimentarios para maximizar sus ganancias se conocen como los “determinantes comerciales de la salud“. Crean un entorno que nos lleva a tomar decisiones poco saludables y a consumir comida chatarra.
Hay tres formas principales en que hacen esto:
- Estamos socializados para creer que, como adultos, nuestras elecciones de alimentos son un resultado directo del libre albedrío y de la libertad de elección. Sin embargo, para las personas con una cantidad limitada de dinero, esa “libertad” se ejerce en un contexto en gran medida determinado, y limitado, por lo que los fabricantes y minoristas de alimentos y bebidas eligen producir, comercializar y vender.
- Es claro que el marketing crea demanda. Los supermercados están repletos de comida chatarra, alimentos ultraprocesados con gran cantidad de azúcares añadidos, grasas poco saludables y aditivos nocivos. Estos productos alimenticios están diseñados para activar tu “punto de felicidad” gustativo y hacerte desear más. Los fabricantes de alimentos y bebidas utilizan tácticas poco éticas para comercializarlos. Apuntan a los niños con imágenes manipuladoras y padres estresados con soluciones “fáciles” para alimentar y satisfacer a su familia.
- Las ganancias de las empresas de alimentos y bebidas fortalecen su influencia política. Esto es especialmente cierto en los mercados poco regulados de los países de ingresos bajos y medianos. Usan su poder económico (empleo, ingresos fiscales) para apoyar el cabildeo corporativo que debilita la política del gobierno.
Qué se puede hacer ante el bombardeo de la comida chatarra
La serie Lancet traza cuatro formas en las que los gobiernos, las empresas y los ciudadanos pueden reducir los daños causados por las grandes corporaciones y frenar el poder de las entidades comerciales para que los consumidores estemos menos expuestos al bombardeo de la comida chatarra.
1. Repensar los sistemas políticos y económicos
Los países en desarrollo, incluidos Bután, Ecuador y Brasil, así como países desarrollados como Nueva Zelanda y Noruega , están comenzando a allanar el camino para nuevos marcos que anteponen el bienestar de las personas. En el Reino Unido, Escocia y Gales también han dado pasos significativos.
Estos marcos miden los efectos comerciales sobre la salud y el medio ambiente, y fomentan las prácticas comerciales que promueven la salud. Las formas de hacer esto incluyen la aplicación de políticas, como el impuesto sobre las bebidas azucaradas, que aseguren que las entidades comerciales paguen su parte justa de impuestos y estén obligadas a rendir cuentas de los costos totales de los daños a la salud, sociales y ambientales causados por la producción, consumo y disposición de sus productos.
2. Desarrollar una “convención internacional” sobre determinantes comerciales de la salud
En la práctica, esto significaría replicar y expandir los marcos regulatorios globales que funcionan. El Convenio Marco para el Control del Tabaco de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha demostrado que las políticas de salud pública pueden protegerse de los intereses comerciales.
Desde su adopción en 2003, la convención ha tenido un impacto significativo en los cambios de política pública relacionados con el control del tabaco en todo el mundo. Proporciona un marco para que los países desarrollen e implementen medidas basadas en evidencia para reducir el consumo de tabaco y los daños asociados con él. Algunos ejemplos incluyen leyes libres de humo; advertencias sanitarias gráficas en los productos del tabaco; prohibición de publicidad, promoción y patrocinio del tabaco; y aumentos de impuestos al tabaco.
The Lancet sugiere que, con el apoyo de la OMS y sus estados miembros, se debe desarrollar una “convención internacional” sobre los determinantes comerciales de la salud. Se propone que los líderes de políticas de salud pública y los políticos repliquen la convención de control del tabaco haciendo que sea legalmente vinculante para los países cumplir con un conjunto de principios o reglas.
Por lo tanto, el marco tendría que ser lo suficientemente amplio para cubrir toda la gama de influencias comerciales sobre la salud. Estos incluyen la minería, los combustibles fósiles, los juegos de azar, las industrias del automóvil, los productos farmacéuticos, la tecnología y las redes sociales (más allá de las industrias más conocidas del alcohol y los alimentos).
3. Políticas integrales de alimentación y medio ambiente
Un tipo de política gubernamental que ha demostrado ayudar a proteger y mejorar la salud es la contratación pública: cómo los gobiernos compran bienes y servicios. Los gobiernos pueden utilizar su poder adquisitivo para influir en la industria alimentaria fomentando la producción y distribución de alimentos saludables y limitando la disponibilidad de productos alimenticios no saludables.
Así es que en 2008, el alcalde de la ciudad de Nueva York ordenó a las agencias de la ciudad que cumplieran con los estándares de adquisición pública de alimentos para más de 260 millones de comidas y refrigerios anuales. Los estándares se aplican a los alimentos de más de 3000 programas en 12 agencias, incluidas escuelas, hospitales y albergues. Los requisitos nutricionales abarcan los productos lácteos, los cereales, la carne, las frutas y las verduras, y establecen los umbrales de nutrientes de las comidas.
También el Programa de Alimentación Escolar de Brasil es otro ejemplo de política nacional de compras públicas con beneficios directos para la salud. El programa proporciona comidas saludables a millones de estudiantes en escuelas públicas de todo Brasil.
Para que funcione, se requiere comprar el 30% de su suministro de agricultores familiares. El programa ha mejorado la salud y el bienestar de los estudiantes y ha promovido prácticas sostenibles y éticas de producción de alimentos. También ha regulado con éxito la venta y comercialización de alimentos dentro y fuera de las instalaciones escolares.
Los países de todo el mundo podrían beneficiarse de la adopción de este modelo, incluida Sudáfrica, donde, a pesar de que la industria se comprometió a no vender a las escuelas, los alimentos y bebidas no saludables siguen siendo fácilmente accesibles y disponibles en las escuelas .
4. Movilización social contra la comida chatarra
Los ciudadanos, los grupos de la sociedad civil, los activistas, los profesionales de la salud pública y los académicos pueden exigir su derecho a la salud presionando al gobierno sobre los determinantes comerciales de la salud. Esto se puede hacer usando una variedad de estrategias. Pueden alzar su voz colectiva en apoyo de medidas de salud basadas en evidencia; exponer y oponerse a los efectos nocivos de los determinantes comerciales sobre la salud y la equidad; e insistir en que los actores comerciales y los gobiernos rindan cuentas. Es otra manera de frenar el bombardeo de la comda chatarra.
Este artículo fue escrito por Agnes Erzse , investigadora del SAMRC/Centro de Economía de la Salud y Ciencias de la Decisión de la Universidad de Witwatersrand. Se vuelve a publicar de The Conversation bajo una licencia Creative Commons.
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