© CC BY-SA 2.0 / naturalismus / bacteriophage

Por Sputnik

Desde pequeños nos enseñan que los virus son malos. Y gracias a la pandemia del coronavirus, la reputación de estos se ha desplomado. Sin embargo, los científicos advierten que hay algunos héroes entre tantos villanos.

Se trata de los bacteriófagos, también llamados fagos, los virus que infectan a las bacterias. Controlan las poblaciones bacterianas, tanto en tierra como en el mar.

Matan hasta el 40% de las bacterias de los océanos todos los días, lo que ayuda a controlar la proliferación de estas y la redistribución de la materia orgánica, escribe la bióloga Miriam Frankel en su artículo para The Conversation.

Investigaciones recientes apuntan que los fagos pueden ser los últimos modificadores genéticos de la naturaleza. De esta manera, crean nuevos genes que las células pueden modificar para obtener nuevas funciones.

«Los fagos naturales y modificados se han utilizado con éxito para tratar infecciones bacterianas que no responden a los antibióticos. Este proceso, conocido como terapia con fagos, podría ayudar a combatir la resistencia a los antibióticos«, destaca la autora.

¿Cómo son los fagos?

La mayoría tienen una capa rígida llamada cápside que está llena de su material genético. En muchos casos, el caparazón tiene más espacio del que necesita el fago para almacenar el ADN esencial para su replicación.

Por este motivo, los fagos tienen espacio para llevar un bagaje genético adicional: genes que en realidad no son necesarios para la supervivencia del fago y que pueden modificar a voluntad.

Hay dos tipos diferenciados. Los fagos virulentos operan en un programa de invasión-replicación-destrucción. Entran en la célula, toman sus componentes, hacen copias de sí mismos y explotan.

Los fagos templados, por otro lado, juegan el juego largo. Fusionan su ADN con el de la célula y pueden permanecer inactivos durante años hasta que algo desencadena su activación. Luego vuelven a un comportamiento virulento: se replican y estallan.

Reparación del ADN

Las células bacterianas también se interesan en saber si su ADN se está rompiendo. Si es así, activan un conjunto de genes que intentan reparar el ADN. Esto se conoce como una respuesta SOS bacteriana.

Las bacterias orquestan la respuesta SOS utilizando una proteína similar a un interruptor que responde al daño del ADN: se enciende si hay daño y permanece apagada si no lo hay.

«Por lo tanto, si bien puede estar acostumbrado a pensar en los virus como los villanos por excelencia, se puede decir que son los motores de la naturaleza para la innovación genética. Es probable que los humanos estemos hoy aquí por ellos», concluye Frankel.

Visto en: Sott.net

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