El kiwi tiene su origen en el noreste de China, pero quienes domesticaron y mejoraron la fruta fueron los neozelandeses.
Existen más de 400 variedades de kiwi. Una de las más conocidas es la Hayward (Actinidia deliciosa), de textura cremosa y sabor agridulce. La variedad gold es muy apreciada y se diferencia por su piel lisa y color bronce, pulpa dorada y sabor más dulce.
Una gran fruta protectora
A cambio de pocas calorías, el kiwi ofrece una cantidad y variedad sorprendente de nutrientes.
Vitamina C. Una pieza de unos 70 g aporta incluso más de la que se necesita al día (69 mg de 60).
Fibra. Aporta cantidades notables de fibra soluble (0,59 g), que regula los niveles de colesterol, triglicéridos y azúcar en la sangre, y sobre todo insoluble (1,53 g), que previene el estreñimiento. También alimenta la flora beneficiosa y junto a los flavonoides contribuye a controlar las bacterias patógenas. Además ayuda a prevenir el cáncer de colon.
Potasio. Es una de las frutas más ricas en potasio, que favorece la eliminación de líquidos y equilibra el efecto de la sal. Por eso es aconsejable en dietas de adelgazamiento, el embarazo, la hipertensión y la insuficiencia cardiaca.
Vitamina E. 100 g de kiwi cubren casi el 10% de las necesidades diarias de esta vitamina, que refuerza el poder antioxidante de la vitamina C y los flavonoides.
Magnesio. Una sola pieza mediana cubre el 10% de las necesidades diarias de magnesio, que contribuye al equilibrio nervioso y a la relajación muscular. También es esencial para los huesos y favorece la digestión de las grasas.
Omega-3. Una virtud sorprendente del kiwi es que sus semillas contienen ácidos grasos omega-3. 100 g de fruta aportan 48 mg de ácido alfalinolénico (precursor de los omega-3), el 3% del que se precisa al día. Los omega-3, presente en pocos vegetales, se consideran las grasas más sanas para el corazón y el cerebro.
Enzima alergénica
El kiwi es un postre recomendable tras una comida copiosa porque contiene actinidina, que ayuda a digerir las proteínas, lo que evita la pesadez, la gastritis y la formación de gases.
Ahora bien, esta enzima también es responsable de las respuestas alérgicas al kiwi. Las personas que sufren alergia al látex o al abedul pueden a veces presentarla a esta fruta. Los síntomas más comunes son urticaria e inflamación de las mucosas de la boca, aunque pueden aparecer otros.
Si la reacción se presenta la primera vez que se come un kiwi, conviene evitarlo permanentemente, pero si es leve y aparece tras haberlo comido antes sin problemas, se puede ir consumiendo en dosis menores y con menos frecuencia. Por otra parte, las personas con tendencia a formar cálculos renales deben tener en cuenta que los kiwis contienen cristales de oxalato cálcico.
Kiwi, exótico y exquisito
Los mejores kiwis son los de Nueva Zelanda, con etiqueta identificativa, y los de cultivo ecológico. Sin embargo, como siempre, recomendamos consumir frutas de cercanía, así como cualquier otro alimento, ya que además de esa forma reducimos la huella de carbono de nuestra alimentación.
Para degustar un kiwi como fruta conviene partirlo por la mitad y comer cada parte con una cucharita, pues en rodajas pierde más rápidamente las vitaminas.
Se puede aderezar con canela o con jengibre, azúcar y ralladura de naranja.
En ensaladas, combinado con quesos frescos y suaves, escarola, aguacate u otros cítricos es excelente.
Por su propiedad de ayudar a digerir la carne, resulta óptimo como guarnición.
A la hora de cocinarlo, hay que hacerlo ligeramente.
En los postres, el kiwi se incluye en macedonias, carpaccios, zumos, tartas…
M. Núñez y C. Navarro (salud) y Montse Tàpia (cocina)
Visto en: EcoPortal.net
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