Por RT
La modificación genética es un negocio que sólo procura ganancias, explica un investigador. Como todo producto de mercado los transgénicos son susceptibles a las fluctuaciones del mercado.
«A partir del desarrollo de la genética, las empresas (…) han buscado nuevas variedades mediante el cruzamiento entre aquellas que destacaban más en las características que querían mejorar. Así, los rendimientos en cantidad y calidad mejoraron; [también] las resistencias al clima», explica un análisis del sitio web Liberalismo.
Sin embargo, la idea, tan ampliamente difundida, acerca de que los alimentos genéticamente modificados sirven para acabar con el hambre en el mundo, no es más que una manipulación del discurso para tratar de vender un producto.
La opinión corresponde al doctor Saúl Flores, investigador del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic).
Entrevistado por RT, el doctor explica que ese discurso fue simplemente «una forma de introducirse en el mercado». «En el fondo había la intención de ir más allá. Desde el principio el objetivo de las biofactorías ha sido apoderarse de la agricultura», asevera.
Por ese motivo, agrega el científico venezolano, se presentó a los alimentos genéticamente modificados o transgénicos como «una solución al problema del hambre en el mundo».
Entre tantas otras mentiras, las empresas involucradas en el negocio de los OMG (Organismos Modificados Genéticamente) «anunciaron que con los transgénicos habría cosechas más rendidoras, más seguras (es decir, tendrían la garantía de cosechar lo que se sembraba) y que habría alimentos más grandes», asegura Flores.
Supuestos
Un organismo transgénico, afirma el texto de Liberalismo, es uno al que mediante una serie de «técnicas de ingeniería genética se [le] altera su carga cromosómica añadiendo, generalmente, uno o más genes de origen externo (transgenes)».
Este gen (o genes) le transmite propiedades «que suponen una ventaja frente a la especie original», agrega el texto.
Flores reitera que los OMG nunca pretendieron el bien común y sí ser negocio: «Entre los años 1999-2000 llevamos al laboratorio todas las variedades de arroz modificadas genéticamente por las empresas Monsasto, Dupond, Syngenta y Bayer. Simplemente lo hicimos crecer y resultó que la toxina que ese arroz tenía incorporada era liberaba al medio ambiente y ellos (las empresas) no habían reportado ese fenómeno».
La manera más sencilla de explicar el transfondo económico que hay tras los transgénicos, afirma el investigador, es que «cuando el estudio sobre el arroz fue publicado, todas las acciones en biotecnología se fueron al suelo. Los mercados internacionales son muy suceptibles a esos informes. Venden cualquier producto, pero cuando se descubre algo negativo, se desploman».
Las cajas negras
A juicio de Flores, mantener la practica ancestral de preservar las semillas originarias es un escudo contra las practicas de trasnacionales como Monsanto, que obligan a los productores a firmar un contrato «de exclusividad para que solo usen sus semillas, que además son estériles».
En esas investigaciones genéticas, estima el investigador, «las manipulaciones realizadas van generando ‘cajas negras'».
Uno de esos pozos sin fondo aparente es el llamado flujo lateral de información genética. Un ejemplo de ello es que las hierbas que crecen alrededor de esos cultivos se van haciendo resistentes al mismo veneno que ellos fabrican.
«Ya en Paraguay prolifera la llamada supermaleza, una variación capaz de resistir el propio veneno glifosato», finaliza.
Ernesto J. Navarro
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