​La obediencia ciega a la autoridad perjudica a los demás y a uno mismo

Fuente: Minghui.org

Visto en: TierraPura.Org

Millones de personas fueron asesinadas durante el Holocausto, y muchos investigadores han estudiado desde entonces cómo pudo ocurrir. Entre ellos, el psicólogo Stanley Milgram, de la Universidad de Yale. Sus estudios sobre la obediencia a la autoridad, conocidos como el experimento de Milgram, ayudaron a explicar las atrocidades nazis, y también han arrojado luz sobre posteriores abusos de este tipo.

El experimento de Milgram

Milgram comenzó su experimento en julio de 1961, un año después de que Adolf Eichmann fuera juzgado en Jerusalén. Milgram ideó el experimento para investigar la validez de una explicación simple del Holocausto, a saber, que los alemanes eran especialmente obedientes a las figuras de autoridad.

En el experimento, Milgram reclutó a 40 voluntarios para que participaran en un estudio de memoria y aprendizaje. Se les presentó a un cómplice de Milgram, que se hizo pasar por un participante. Echaron a suerte quién haría el papel de “profesor” y quién el de “alumno”. Pero el sorteo estaba fijado de modo que el participante fuera siempre el profesor y el cómplice de Milgram era siempre el alumno.

Siguiendo las instrucciones del investigador, el alumno se sentaba en una silla con los brazos atados y un electrodo conectado a su muñeca. A continuación, se le entregaba una lista de palabras en pares que debía aprender.

El profesor veía esto antes de ser conducido a otra sala, donde se lo sentaba ante un generador de descargas eléctricas. El profesor debía nombrar una palabra y pedir al alumno que recordara cuál era su par de las parejas de palabras. Cuando se recibía una respuesta correcta, el profesor pasaba a la siguiente palabra. Si se recibía una respuesta incorrecta, el profesor aplicaba una descarga eléctrica al alumno, desde 15 voltios con incrementos de 15 voltios hasta la descarga más severa de 450 voltios.

En realidad, el alumno solo fingía que recibía una descarga y no había ninguna descarga eléctrica. El propósito de este experimento era evaluar cómo actuaría una persona en una situación concreta y medible.

Un resultado inesperado

Milgram descubrió que el 65% de los participantes en el experimento aplicaron el nivel más alto de descarga de 450 voltios, que podía provocar daños graves o la muerte si el alumno recibía realmente una descarga. Esto era muy diferente de la encuesta previa al experimento, en la que se descubrió que menos del 3% de los participantes aplicarían descargas eléctricas a un alumno por dar respuestas incorrectas.

Todos los participantes interrumpieron el experimento al menos una vez para preguntar al experimentador si debían seguir aplicando descargas eléctricas por respuestas erróneas, pero la mayoría continuó después de que el experimentador se lo aseguró. Más tarde, Milgram y otros psicólogos también realizaron experimentos similares, y los resultados fueron similares.

Un resultado tan inesperado podría ayudar a explicar tragedias como el Holocausto.

“Personas corrientes, simplemente haciendo su trabajo, y sin ninguna hostilidad particular de su parte, pueden convertirse en agentes de un terrible proceso destructivo”, escribió Milgram en el libro de Obediencia a la autoridad. “Además, incluso cuando los efectos destructivos de su trabajo se hacen evidentes, y se les pide que lleven a cabo acciones incompatibles con las normas fundamentales de la moral, relativamente pocas personas tienen los recursos necesarios para resistirse a la autoridad.”

De una persona a una supresión a nivel nacional

Desgraciadamente, en tiempos más recientes han vuelto a ocurrir cosas similares. Decenas de millones de practicantes han sido blanco de ataques por defender su creencia en Verdad-Benevolencia-Tolerancia desde que el exlíder del Partido (PCCh) Jiang Zemin comenzó a perseguir a Falun Dafa en julio de 1999.

Un gran número de practicantes fueron arrestados, detenidos, encarcelados, torturados o incluso asesinados. Algunos sufrieron abusos psiquiátricos y otros fueron asesinados para vender sus órganos, como el corazón, el hígado y los pulmones.

La persecución se lleva a cabo a través de una organización tipo Gestapo conocida como Oficina 610, creada el 10 de junio de 1999. Al igual que en el Holocausto: “estas políticas inhumanas pueden haberse originado en la mente de una sola persona, pero no se hubieran podido llevar a cabo a escala masiva si un número muy grande de personas no hubiera obedecido las órdenes”, escribió Milgram.

Al igual que los criminales de guerra nazis que rindieron cuentas en los juicios de Nuremberg, los funcionarios del PCCh implicados en la persecución también se enfrentarán a las consecuencias tarde o temprano.

De hecho, el PCCh es conocido por ejecutar varios chivos expiatorios después de varias campañas políticas para aliviar la ira del público. Un ejemplo fue después de la Revolución Cultural del exlíder Mao. Setecientos noventa y tres policías y 17 militares fueron llevados a la remota provincia de Yunnan y ejecutados en secreto. Sus familias solo recibieron un papel: “Aviso de muerte en el cumplimiento del deber”. Liu Chuanxin, entonces jefe de policía en Beijing, se enteró del plan, vio su nombre en la lista y se suicidó por adelantado.

Ingo Heinrich, un soldado de Alemania del Este, mató a Chris Gueffroy en 1989 cuando este y su amigo intentaban cruzar el Muro de Berlín. Aunque Heinrich se creía inocente, ya que se limitaba a cumplir una orden, el juez reconoció que, si bien era inadecuado desobedecer la orden, no causaría ningún daño si se levantara el arma una pulgada más arriba para que la víctima se salve. Cuando las leyes se contradicen con la conciencia, esta última tiene más peso. Al final, Heinrich fue condenado.

Acá hay otro ejemplo.

En 2004, la persecución a Falun Dafa se expandía velozmente y Jiang Zemin envió a sus agentes al extranjero para buscar un “acuerdo” con Falun Dafa. Mientras Falun Dafa dejara de responsabilizar a Jiang por sus crímenes, él detendría la persecución. Además, propuso una notoria condición previa de “uno por uno”, es decir, que por cada practicante de Falun Dafa que muriera en la persecución, el PCCh ejecutaría el mismo número de agentes de la Oficina 610 y de la policía.

Pero los representantes de Falun Dafa rechazaron esta “oferta”, ya que no querían que Jiang eluda su responsabilidad a costa de las vidas de los agentes de bajo rango. En su lugar, siguieron solicitando el fin de la persecución y que los principales responsables rindieran cuentas.

La importancia de la conciencia

Los 40 participantes en el experimento de Milgram tenían entre 20 y 50 años y procedían de la zona de New Haven, en Connecticut. Sus trabajos iban desde sin formación hasta profesionales. Bajo presión, todos optaron por obedecer a la autoridad aunque ello supusiera perjudicar a inocentes.

Esto es lo que ocurrió durante la persecución a Falun Dafa en China. Al fin y al cabo, Milgram escribió: “Las tiranías son perpetuadas por hombres tímidos que no poseen el coraje de actuar según sus creencias”.

Algunos policías, jueces de tribunales o guardias de prisiones pueden ser buenos padres ante sus hijos, pero ante la despiadada persecución, ya no les importa lo que está bien o mal. Su prioridad es cumplir las órdenes, terminar sus tareas y mantener sus puestos de trabajo.

Como resultado, su seguimiento ciego de las órdenes ha llevado a una persecución sin precedentes contra Falun Dafa, incluyendo la sustracción forzada de órganos.

Los practicantes de Falun Dafa no tienen una agenda política y no tienen enemigos. Simplemente quieren ser mejores ciudadanos. Sin embargo, al ayudar al PCCh a perseguir a los inocentes practicantes de Falun Dafa, tanto los agentes del PCCh como los ciudadanos de a pie arriesgan su futuro.

Pero el PCCh es un régimen despiadado con una ideología de brutalidad, odio y mentiras. Los que siguen al PCCh para cometer crímenes pueden convertirse un día en chivos expiatorios.

Solo en 2021, un gran número de funcionarios del PCCh fueron investigados o destituidos por diversos motivos. Entre ellos había 36 funcionarios de nivel ministerial, 3.024 funcionarios de nivel departamental y 25.000 funcionarios de nivel provincial.

Por lo tanto, el camino más seguro es simplemente dejar de participar en la persecución y alejarse del PCCh. Cuando seamos capaces de seguir nuestra conciencia y creer en el bien, habrá oportunidades de un futuro mejor.

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