Por Extranotix

A principios del siglo XIX, el explorador británico Clark Thompson, junto con un grupo de personas de ideas afines, viajó a América del Sur. A su llegada, los viajeros se internaron en las selvas del Ecuador, donde, según sus suposiciones, podría haber una ciudad misteriosa llena de joyas y riquezas.

En el camino, los miembros de la expedición documentaron las especies de plantas, animales, aves e insectos que vieron. Pero el propio Clark quería hacerse rico y se tomó muy en serio su búsqueda hasta el final.

El ambicioso hombre de 28 años no se detuvo ante nada para lograr su objetivo. Cuando dos de los 8 miembros de la expedición cogieron fiebre, el británico no se detuvo y continuó su camino, condenándolos a muerte.

Thompson creía que estaba en el camino correcto. Un par de veces se puso histérico cuando descubrió las ruinas de antiguas esculturas de piedra, pero no había rastro de riqueza cerca. La fe se estaba desvaneciendo lentamente.

Hacía tiempo que se habían acabado los suministros y tenían que comer plantas locales y carne frita de animales sacrificados. Debido al accidente, Clark perdió a tres compañeros más. Los tres se abrieron paso a través de la jungla.

Nunca se encontró ningún indicio de asentamientos ricos o ruinas antiguas salpicadas de oro. Habiendo perdido por completo la esperanza, el británico y dos de sus personas de ideas afines decidieron regresar. A pesar de numerosas dificultades y dificultades, los tres, después de unos meses, ya se estaban recuperando tranquilamente en Londres.

En ese momento, el Dr. Henry Eltoff, uno de los miembros de la expedición, no entendía el valor que aportaba del viaje. Pasaron unos 40 años antes de que el hombre se diera cuenta de esto. Con el paso de las décadas, su diario se había descolorido seriamente, pero el texto aún era legible.

Eltoff llevó sus notas a profesores y científicos. Le pareció que al leerlos reconocerían la importancia del descubrimiento realizado en el Ecuador. Pero los manuscritos de Henry no encontraron una respuesta seria en la comunidad científica, aunque contenían información extremadamente interesante.

En una de las notas decía en el día 44 del viaje, un grupo de investigadores dirigido por Clark Thompson se encontró con una pequeña masa de agua. El agua era cristalina y el fondo era claramente visible a una profundidad de 12 a 13 pies (unos 4 metros).

Después de lavarse y reabastecerse de agua, el destacamento estaba a punto de continuar su viaje cuando uno de los expedicionarios notó a hombres y mujeres sentados en el fondo cerca de la orilla. El color de su piel era ceniciento oscuro. Lo sorprendente fue que no respiraban….

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