Por RT

No hay que tratar de controlar el futuro sino aprender a afrontar psicológicamente las diferentes circunstancias con las que nos podamos encontrar.

La ilusión de control es un sesgo cognitivo que ocurre cuando una persona cree que muchos aspectos de la vida están bajo su control, cuando en realidad no es así. Un ejemplo sería alguien que cree tener su futuro bajo su control porque ha hecho un plan meticuloso para que se cumpla, sin tener en cuenta que pueden surgir imprevistos, que puede haber cambios en muchos ámbitos –económicos, sociales, culturales–, antes de que llegue ese futuro.

La ilusión de que el ser humano tiene el control sobre su vida es algo por lo que se ha abogado frecuentemente para tratar de paliar la inseguridad, el miedo al futuro. Son muchos los mensajes en este sentido que, directa o indirectamente, se divulgan cada día: ‘persevera y vencerás’, ‘lograr tus sueños depende de ti’, ‘sé la persona que deseas ser’, ‘tu vida es lo que tú haces con ella’… frases motivadoras que parecen sonar bien pero que empujan al desequilibrio psicológico, aun cuando se consiguieran dichos sueños. Un ejemplo son los numerosos desordenes psicológicos, problemas con drogas, suicidios… entre personas famosas o «exitosas».

La sensación de control, de lo que sí se podía controlar, desapareció drásticamente con la pandemia. De improviso una persona ya no era libre de salir, ir a comprar,  a trabajar, a pasear, a llevar a los niños al colegio, ir al cine, a visitar a los padres, pasear por la montaña… Todas esas actividades cotidianas que conformaban la vida de cualquier ciudadano, quedaron frenadas de manera radical. Y de un día a otro la gente se sintió encarcelada en su propia casa. Uno de las principales fuentes de estrés y trastornos psicológicos, incluido el aumento de los suicidios, de los casos de ansiedad, depresión, trastornos del sueño y de alimentación, han surgido de esa sensación de pérdida de control. La incertidumbre y el temor al futuro despertaron y aumentaron, consciente o inconscientemente, al experimentar que el control de sus vidas no estaba en sus manos.

En la actualidad la inseguridad se ve acrecentada por las alarmistas noticias sobre nuevas pandemias, los datos sobre la inflación y la subida de los precios en la cesta de la compra o la escandalosa escalada del precio de la electricidad.

En la mente de la inmensa mayoría de las personas se hizo añicos la ilusión de control sobre la propia vida, y esa sensación de incertidumbre, de falta de control, continúa. La planificación del futuro sin autoengañarse se hace muy difícil, la libertad de elección y la certidumbre de las rutinas diarias se pueden volver a ver coartadas en cualquier momento ante nuevos acontecimientos, y la amenaza de volver a sentir que la vida se paraliza está en el ambiente. En la actualidad la inseguridad se ve acrecentada por las alarmistas noticias sobre nuevas pandemias, los datos sobre la inflación y la subida de los precios en la cesta de la compra, la escandalosa escalada del precio de la electricidad, las grandes sumas de dinero prestado que llega a los gobiernos acrecentando la gigantesca deuda de cada país… 

Las reacciones más comunes

Unos reaccionan a este temor al futuro y la incertidumbre dando pasos adelante: «Aprovechemos que ahora podemos salir, igual dentro de poco nos vuelven a encerrar o algo peor», manifestando con ello su total pérdida de sensación de control sobre su vida futura. Y se lanzan a la calle a encontrarse en macrofiestas, macroconciertos, viajes, cenas y todo tipo de eventos sociales, tratando así de acallar su inquietud, como el que es tímido y consume alcohol para «superarlo».

Otros reaccionan a ese mismo temor al futuro cayendo en la angustia, desconfianza, ansiedad y depresión, encerrándose en sus casas por temor a contagiarse y contagiar a los seres queridos, y culpando a los que salían y hacían reuniones. Muchos siguen asustados, sin poder retomar sus vidas. La incidencia de suicidios ha aumentado. Las bajas laborales por ansiedad y depresión también, en el servicio público de salud están completamente desbordados ante la demanda de atención en salud mental.

Al igual que se dedica tiempo a resolver las necesidades de la vida cotidiana, es más importante aún tener interés en aprender a poner la mente en orden, a entenderla y comprender aquello que le hace sufrir.

Se buscan culpables donde descargar la angustia y el malestar. Unos y otros se miran ahora con recelo. Ya no se sienten compañeros de viaje de este pequeño planeta, cuando para salir de este estado de temor, lo más inteligente es no culpar ni culparse, ser objetivo a la hora de analizar lo que ocurre y enfrentar la incertidumbre. En España se ha retirado recientemente la obligación de portar mascarilla al aire libre en sitios públicos, y muchos ya no se atreven a quitársela. El respeto de unos hacia otros es imprescindible. 

¿Qué hacer?

Hay que aprender a resolver el miedo, con todo lo que ello implica. No controlarlo, gestionarlo, ni trabajarlo ni aceptarlo… resolverlo. Esto supone una comprensión profunda de lo que el miedo es, de sus factores racionales y emocionales, de sus efectos y de los conceptos erróneos que lo sustentan. Al igual que se dedica tiempo a resolver las necesidades de la vida cotidiana, es más importante aún tener interés en aprender a poner la mente en orden, a entenderla y comprender aquello que le hace sufrir.

A pesar de las dificultades y las noticias negativas, la esperanza ha de brillar en cada ser humano. Uno no puede controlar el mar, pero puede aprender a manejar su barco y navegar en las diferentes condiciones de este mar presente. Es decir, no hay que tratar de controlar el futuro sino aprender a afrontar psicológicamente las diferentes circunstancias con las que nos podamos encontrar.

La bondad existe. La inteligencia, que no es la astucia, también. Y siempre hay un camino equilibrado de salir adelante, sin generar efectos psicológicos secundarios, un camino que hay que aprender a discernir y que va unido a la felicidad y la paz interior.

María Ibáñez Goicoechea y Jesús Jiménez Cascallana.

Comunicadores, escritores, psicólogo clínico y psicoterapeuta

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