Por Keith Cowing / Astrobiology

Traducido por el equipo de SOTT.net

Un equipo de investigación dirigido por Yale ha elegido un bando en el debate de la «Tierra Bola de Nieve» sobre la posible causa de los eventos de congelación profunda en todo el planeta que ocurrieron en el pasado distante.

Según un nuevo estudio, estos periodos de la Tierra denominados «bola de nieve», en los que la superficie del planeta estuvo cubierta de hielo durante miles o incluso millones de años, podrían haber sido desencadenados abruptamente por grandes asteroides que chocaron contra la Tierra.

Los hallazgos, que se publican en la revista Science Advances, podrían responder a una pregunta que ha tenido perplejos a los científicos durante décadas sobre algunos de los cambios climáticos más drásticos de la historia de la Tierra. Además de Yale, en el estudio participaron investigadores de la Universidad de Chicago y de la Universidad de Viena.

Desde la década de 1960 los modelizadores del clima saben que si la Tierra se enfría lo suficiente, la alta reflectividad de su nieve y hielo podría crear un bucle de retroalimentación «fuera de control» que crearía más hielo marino y temperaturas más frías hasta que el planeta quedara cubierto de hielo. Estas condiciones se dieron al menos dos veces durante la era Neoproterozoica de la Tierra, hace entre 720 y 635 millones de años.

Sin embargo, los esfuerzos por explicar qué inició estos periodos de glaciación global, que han llegado a conocerse como acontecimientos de la «Tierra bola de nieve», no han sido concluyentes. La mayoría de las teorías se han centrado en la idea de que los gases de efecto invernadero en la atmósfera disminuyeron de algún modo hasta un punto en el que comenzó la «bola de nieve».

«Decidimos explorar una posibilidad alternativa», explica el autor principal, Minmin Fu, becario postdoctoral Richard Foster Flint del Departamento de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la Facultad de Artes y Ciencias de Yale. «¿Y si un impacto extraterrestre causó esta transición del cambio climático de forma muy brusca?»

Para el estudio, los investigadores utilizaron un sofisticado modelo climático que representa la circulación atmosférica y oceánica, así como la formación de hielo marino, en diferentes condiciones. Es el mismo tipo de modelo climático que se utiliza para predecir escenarios climáticos futuros.

En este caso, los investigadores aplicaron su modelo a las consecuencias de un hipotético impacto de un asteroide en cuatro periodos distintos del pasado: preindustrial (hace 150 años), Último Máximo Glacial (hace 21.000 años), Cretácico (hace entre 145 y 66 millones de años) y Neoproterozoico (hace entre 1.000 millones y 542 millones de años).

Para dos de los escenarios climáticos más cálidos (Cretácico y preindustrial), los investigadores concluyeron que era improbable que el impacto de un asteroide pudiera desencadenar una glaciación global. Sin embargo, en los escenarios del Último Máximo Glacial y el Neoproterozoico, cuando la temperatura de la Tierra ya era lo bastante fría como para considerarse una edad de hielo, el impacto de un asteroide podría haber llevado a la Tierra a un estado de «bola de nieve».

«Lo que más me sorprendió de nuestros resultados es que, dadas unas condiciones climáticas iniciales suficientemente frías, un estado de ‘Bola de Nieve’ tras el impacto de un asteroide puede desarrollarse sobre el océano global en cuestión de sólo una década», dijo el coautor Alexey Fedorov, profesor de ciencias oceánicas y atmosféricas en la Facultad de Artes y Ciencias de Yale.

«Para entonces, el espesor del hielo marino en el Ecuador alcanzaría unos 10 metros. Esto debe compararse con un espesor típico del hielo marino de uno a tres metros en el Ártico moderno».

En cuanto a la posibilidad de que en los próximos años se produzca un periodo de «bola de nieve en la Tierra» provocado por un asteroide, los investigadores señalaron que es poco probable -debido en parte al calentamiento provocado por el hombre que ha calentado el planeta-, aunque otros impactos podrían ser igual de devastadores.

La investigación contó con el apoyo de la beca postdoctoral Flint de Yale y del proyecto ARCHANGE. Los coautores del estudio son Dorian Abbot, de la Universidad de Chicago, y Christian Koeberl, de la Universidad de Viena.

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